El una vez fue sofocado el levantamiento del 2 de mayo de 1808, las tropas francesas ejecutaron a decenas de madrileños como represalia a dicha rebelión. Las órdenes eran que se dejaran los cadáveres de los fusilados amontonados por las calles para que los pudieran ver el resto de los habitantes y así conocieran el castigo por dicha rebelión. Los fusilados fueron escogidos al azar entre los detenidos después de la revuelta.