Por los sótanos del Ministerio de Hacienda
Vamos a empezar nuestro particular curso 2021/22, en el cual prometemos intentar ser un poco más aplicados, visitando un edificio de esos que no teníamos pensado que pudiéramos hacerlo, pero como se dio la oportunidad, allí nos plantamos.
En este año 2021 se celebra el centenario del nacimiento de uno de esos grandes arquitectos que han dejado su huella en Madrid, nos referimos a Francesco Sabatini, que nació en 1721 en la ciudad de Palermo y falleció en 1797 en Madrid. Y con ocasión de este centenario se han organizado algunas rutas para conocer el legado que nos dejó este celebre arquitecto; que fue mandado llamar por Carlos III, y que también trabajo para Carlos IV.
Hoy entramos en la Real Casa de Aduana.
Según una Real Orden de 14 de enero de 1761, el edificio que albergaba la Casa de Aduana en ese momento, construido en 1643 y situado en la actual calle de la Bolsa, no cubría las necesidades del momento, y por ello se decide construir una nueva sede; esta se situaría donde se encontraban las caballerizas de la reina, en la calle de Alcalá. Para llevarlo a cabo se encarga a Sabatini la realización de los planos y al maestro Pedro Lázaro el convertirlos en una realidad. Las obras empezarán en 1761 y se darán por concluidas 1769.
La vida como Real Casa de Aduana de este emplazamiento acabó en 1845, se vacían sus instalaciones y quedó así hasta acoger las dependencias del Ministerio de Hacienda, cuya función sigue realizando actualmente. El espacio inicial fue ampliado en 1944 con un nuevo edificio en el solar contiguo (correspondiente hoy al nº 5 de la calle Alcalá); en este solar en su día estuvo ubicado el palacio del marqués de Torrecilla, destruido durante los bombardeos de la Guerra Civil, del cual solo se ha conservado la fachada, que pudo ser incorporada al nuevo edificio.
Como hecho destacado en la “vida” de este lugar hay que mencionar que cuando el 6 de noviembre de 1936 el Gobierno de la Republica decide abandonar Madrid, y encarga al General Miaja la defensa de la ciudad, el Estado Mayor y la Junta de Defensa de Madrid se instalan en el Ministerio de Hacienda, y utilizan sus sótanos como lugar de reuniones y residencia para protegerse de los bombardeos, algo que ocurrió hasta su traslado al Palacio de los Jardines del Capricho, lugar donde además se construyo un búnker (por cierto, si queréis saber como es por dentro el bunker os invitamos a verlo en el Búnker del General Miaja).
Finalizada la guerra el edificio volvió a ser sede del Ministerio de Hacienda, y recuperó la actividad el 29 de julio de 1939.
Una vez hecho algo de historia, como inicio de nuestra visita nos vamos a situar delante de la fachada principal, en ella podemos observar tres puertas, sobre la central nos encontramos una cabeza de león, y por encima un balcón apoyado sobre cuatro ménsulas, que representan dos cariátides y dos sátiros. Entre estas ménsulas, dos placas de mármol, una en latín y la otra en castellano, donde se recuerda que el edificio fue construido como Casa de Aduana por deseo de Carlos III. Subiendo un poco más la vista nos encontramos con un gran escudo, donde figuran las armas del rey Carlos. Este escudo está enmarcado por el collar del Toisón de Oro que sustenta la cruz de San Jenaro y el vellocino. Sobre el escudo se encuentra la corona real sujetada por un león, y a los lados del mismo dos figuras femeninas.
Observando el resto de la fachada vemos que sobre la dos puertas laterales de nuevo volvemos a encontrarnos una cabeza de león. Toda esta ornamentación fue realizada por Robert Michel (de cuya excepcional obra podemos encontrar bastantes ejemplos por Madrid).
Entrando, algo por cierto bastante complicado si no trabajas en el ministerio, nos encontramos con un impresionante vestíbulo, formado por tres naves separadas por pilares de granito, y que dan acceso a una escalera de estilo imperial, también de granito, que comunica las tres plantas del edificio.
Por dicha escalera accedemos a la primera planta, donde nos encontramos con las salas más “nobles” del edificio. En primer lugar entramos en el denominado Salón de la mesa redonda, también conocido como Sala de los retratos reales o Sala de los pasos perdidos, donde podemos destacar cuatro retratos reales de gran tamaño.
A continuación pasamos a la antesala del Salón Goya, presidido por un retrato de doña María Cristina de Habsburgo Lorena. En un pasillo contiguo otro retrato de la reina, pero esta vez con su hijo Alfonso en brazos.
Nuestro recorrido llega a uno de los salones más espectaculares del edificio, el denominado Salón Goya, que toma su nombre por la mesa redonda que allí se encuentra, decorada con motivos goyescos, y que fue realizada en los talleres Lagasán de Madrid. En este sala aparece el nombre de uno de los artistas más polifacéticos que conocemos y uno de nuestros preferidos, nos referimos a Arturo Mélida, el cual decoró toda la sala a excepción del techo, el cual fue pintado por Juan Comba.
La decoración del despacho representa la Hacienda Pública y la economía del país mediante 6 lienzos. La economía está representada por tres lienzos: la agricultura y la ganadería, la construcción y la industria y la banca y el comercio; la Hacienda Pública está representada por otros tres lienzos: la renta de loterías, la renta del tabaco, y la renta de aduanas.
En el techo, un lienzo al óleo del mencionado Juan Comba y García, realizado en 1896, donde se pueden ver representadas todas las regiones españolas.
Sobre tres de las cuatro puertas que hay en la sala, se pueden ver fechas que indican diferentes momentos de la historia del edificio: 1773, inicio como Real Aduana; 1845, inicio como Ministerio de Hacienda y 1897, año en que finalizaron las obras de redecoración de los salones.
Salimos del Salón Goya por una puerta semioculta por la decoración, y pasamos al Salón Carlos III, el cual se ha denominado así por el retrato del monarca que preside la sala, obra anónima de finales del siglo XVIII. De este gran salón podemos destacar una decoración de estilo neopompeyano que, se podría decir, invade el salón; desde el fresco que podemos ver en la bóveda, obra de 1845 del que fuera pintor de cámara de Fernando VII y director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Juan Gálvez; hasta la mesa y sillas que ocupan gran parte del salón, y están decoradas imitando el estilo de la bóveda. Este mobiliario también es obra del taller de Lagasán.
Salimos de la planta noble para dirigirnos a la biblioteca. Lo primero que nos llama la atención es su espectacular cúpula, una enorme estructura formada por laminas de acero y de vidrio traslúcido de 7 cm. de espesor, la cual fue colocada en 1963 sustituyendo a la que desde finales del XIX o principios del XX ocupaba ese lugar; la cúpula retirada era de acero y vidrio y muy similar a las cubiertas de las estaciones de ferrocarriles.
Cruzando la biblioteca llegamos a una puerta por la que accedemos al sótano, seguramente uno de los lugares con más historia del edificio.
Según parece la idea inicial fue crear un sótano con solo una planta para almacenamiento, pero para poder resguardar mejor las mercancías de humedades Sabatini añadió una segunda planta a los planos. En la primera planta está situada la exposición “Ministerio de Hacienda. Crónica gráfica desde 1852”, donde, aparte de un interesante recorrido fotográfico por la vida de este edificio y algunos de los acontecimientos que en él tuvieron lugar, se puede ver mobiliario de época, y la recreación de algunas estancias.
Por una escalera de caracol pasamos a la segunda planta del sótano. En este pequeño laberinto que son los sótanos seguimos encontrando estancias cerradas, algunas según parece desde hace mucho tiempo, y como curiosidad podemos contemplar una de los dos salidas que había directas a los andenes del Metro, ambas hoy tapiadas, que evitaban tener que salir a la calle para poder acceder a este medio de transporte.
Esta parte del sótano tiene su propia historia, como hemos dicho al principio del artículo este edificio fue usado como sede del Estado Mayor y la Junta de Defensa de Madrid, y en esta planta se situaron el puesto de mando, las oficinas militares y las habitaciones de estancia al ser la parte más segura para los bombardeos de todo el lugar. En algunas de las salas del mismo se vivieron algunos momentos de cierta importancia que se pueden ver en la exposición que hay una planta más arriba.
Después de recorrer los pasillos bajo tierra, salimos a contemplar de nuevo la luz del día para visitar el patio principal. Nada más entrar intentamos divisar el reloj que corona la fachada interior, algo complicado desde este punto; la esfera actual no es la original, aunque si donde se aloja. Este reloj no se puede ver desde el exterior del edificio debido a la ampliación en altura de la fachada exterior (dos plantas más) realizada en los años 40 y 60, que lo tapan. Tampoco se puede ver lo que queda del carrillón también situado en la zona superior del patio interior y que nos hemos quedado con ganas de conocer, porque según parece oírse ya no se puede oír, y el motivo de este silencio también tiene su propia leyenda urbana que os contaremos el día que podamos visitarlo (al menos lo intentaremos), aunque seguramente sea antes.
Finalizamos nuestro recorrido saliendo desde el patio principal a la calle Alcalá, volviendo a recorrer el espectacular vestíbulo.
No queremos despedirnos sin agradecer la colaboración dada por los empleados del Ministerio que nos ha dejado realizar nuestras panorámicas, siempre siguiendo sus indicaciones sobre zonas donde no era posible realizar fotografías, y esperando que os haya gustado nuestra visita.
Fuentes y más información